(Artículo de opinión de Fernando Jáuregui, editor y director del periódico digital Diariocrítico.com)
"A veces resulta difícil creer hasta dónde llega el desprecio de algunos líderes políticos por los usos y normas internacionales, incluyendo esas leyes no escritas que se refieren a la buena educación. Ahora lo digo, claro está, por ese Hugo Chávez que se permite clamar aquello de "al carajo, yanquis de mierda", mientras expulsa de Caracas al embajador norteamericano, en solidaridad con su compañero, el mandatario boliviano Evo Morales, que hizo lo propio.
"A veces resulta difícil creer hasta dónde llega el desprecio de algunos líderes políticos por los usos y normas internacionales, incluyendo esas leyes no escritas que se refieren a la buena educación. Ahora lo digo, claro está, por ese Hugo Chávez que se permite clamar aquello de "al carajo, yanquis de mierda", mientras expulsa de Caracas al embajador norteamericano, en solidaridad con su compañero, el mandatario boliviano Evo Morales, que hizo lo propio.
Como español que ama Latinoamérica, confieso que estoy preocupado por lo que pueda pasar. He pasado parte de mis vacaciones veraniegas en Bolivia y en Ecuador, y he podido comprobar hasta dónde llega la división social, en buena parte –que no en todo—propiciada por la acción de unos gobernantes que actúan de manera ciertamente sectaria. Dentro de unos días viajaré a Venezuela, otro país hermano en el que veo perspectivas no demasiado tranquilizadoras.
Los "yanquis de mierda" a los que el jefe del Estado venezolano se permite el lujo de mandar al carajo son los poderosos vecinos del norte, un país en el que el propio Chávez y su régimen tienen no pocos intereses: ¿hasta dónde, hasta cuándo, se le podrá perdonar al bolivariano ejercer el poder –legítimamente, desde luego— sobre un país que es un puro barril de petróleo? ¿Hasta qué punto se puede jugar con unos Estados Unidos que, es cierto, ahora están distraídos con su propio proceso electoral, pero que, gane quien gane, tendrán que restablecer el orden con los Estados más incómodos al sur de Río Grande?
América Latina tiene, puede tener, un espléndido futuro. Ahí está Felipe Calderón augurando que México será una de las diez naciones más poderosas del mundo dentro de una década, y ha sido una profecía que no ha extrañado demasiado a nadie. También, por ejemplo, Colombia, Argentina, Venezuela –y, por descontado, Brasil— son capaces de llegar en no mucho tiempo a estar en el pelotón de cabeza. Pero no será sin una dirección clara, dejando atrás las contradicciones, abogando por una mayor justicia social y por una mejor estabilidad política.
Y, desde luego, por una seguridad jurídica mucho más firme que la que actualmente impera en algunos de los países citados, y en otros más pequeños.Y, desde luego, la senda de la prosperidad no pasa por reformas constitucionales arbitrarias, por desplantes a los inversores –de eso, los españoles saben bastante—ni, menos aún, por mandar al carajo a los ‘yanquis’, mientras se difunden, desde el palacio presidencial caraqueño, rumores –puede que no del todo falsos, pero sí falsos en parte—acerca de presuntos intentos de golpes de Estado. Chávez, se ha dicho muchas veces, manda en un país demasiado importante como para ser el histrión del mundo. Y agárrense, que se acercan la Asamblea de las Naciones Unidas, ante la que Hugo Chávez suele deleitarse en montar su ‘numerito antinorteamericano’, y la ‘cumbre’ iberoamericana, en cuya última edición el mandatario venezolano acaparó un protagonismo, creo que muy poco deseable, en su polémica con el Rey Juan Carlos.
Respeto a Chávez como gobernante instalado –ahora—por el poder de las urnas. Entiendo su populismo, que sin duda le conecta con un sector mayoritario de su pueblo. Pero no entiendo todo lo demás; especialmente, que coloque a Venezuela permanentemente en la cuerda floja. Porque meter permanentemente el dedo en el ojo del gran imperio casi nunca sale gratis".